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martes, agosto 30, 2005

Dialogo del hombre arrepentido y la mejor de sus mujeres (1996)




Hombre:

Hablar de ella me cuesta tanto, más pensar en ella nada,
su recuerdo me quiebra, con su voz y su risa que me llevan,
al cielo gris que cubre su mirada.

Recuerdo su boca, su boca que a veces era suya y a veces mía.
A lo mejor no todos los encuentros eran casualidad
y también ella hacía las mismas burradas que yo
para provocarlos,
allí empezaron mis esperanzas.

Ella era la música que nunca hice, si hubiese nacido pájaro abandonaría el cielo para vivir en su jaula.

Lentamente le hablé de lo que me hacía sentir, arriesgué mi cordura y mi trabajo que en ese momento eran lo único mío.



Su Mujer:

Al escucharte una nube se posó en mi pupila, y de lluvia inundó mi mirada opaca por el dolor,
pronto en un silencio cristalino el ruido de la tristeza estalló en llanto.

El mismo Hombre aquejado:

Demasiado dolor para alcanzarla, demasiado temor para seguirla.
Sería capaz de romper sus costillas en un abrazo sin que sintiera el daño.
Ella era más débil, yo lo sabía.

El viento suele cambiar las ramas de mi árbol,
De tanto no latir su corazón se abrió y un cause de sudor y sangre corrió por los suelos.
La busqué, la encontré en un segundo, y ahora que es mía ya no sé que hacer con ella.



Su Mujer (la misma):

Hoy me he topado con la muerte, y la he conocido tan fuertemente que se ha vuelto en mi contra, hoy me he dado cuenta que no se irá de mi lado hasta robar mi vida como la de tantos otros que nunca me importaron.

¿Cuando mi cuerpo cayó al cielo inerte, sin luz, sin voz, sin dudas, sin mí?
Que extrañas son las figuras a mi alrededor, Dios es bondad por eso lo busco.

El Hombre:

Y sin besarla mis labios no son nada, sólo carne inyectada en sangre en el medio de mi barba.
Sin embargo nada había cambiado demasiado, su cuerpo seguía siendo una fiesta.